Escena V Batman tiene una historia oscura
Es cierto, el hombre murciélago tiene una historia oscura. No sólo porque en su pasado hay un jovencito de calzas rojas y abultado género, al cual bautizaron con un nombre de guerra bastante maricón, sino porque en su afán de desprenderse de aquella imagen poco representativa de un héroe de su talla, Batman hizo desaparecer al jovencito.
Hoy asistimos a la reinvención de Bruno Diaz, sin su flemático mayordomo Alfred y sin su angelical amiguito Robin. Añoramos también a la preciosa hija del Comisionado, la atlética y resuelta Batichica, y a la sinpar Gatúbela, concentrado absoluto y también inigualable de sensualidad felina. Ambas enloquecidas de pasión por el quiróptero antiparabólico de una sola uña en el dedo, o de un único dedo sin uña, sería más justo decir. Una, la Batichica -que si su boquita fuera de chocolati, yo me la pasaría bati que bati-, presa de un deslumbramiento manifestado con discreción y damanura, como corresponde a una "señorita de su casa", además hija de un Comisionado. La otra -cuyo destino pareciera ser siempre ese, el de "la otra", por su tipo, por sus mañas, por su ronroneo-, apasionada y gatuna Gatúbela, se despliega sobre las ansias por el murciélago -muérgano impasible- con sagacidad y voraz anhelo. Ambas lo quieren en la cama, desnudo de alas y de máscara, indefenso y nocturno, desbordado y loco. Pero Batman tiene un pasado oscuro.
Nadie sabe, a ciencia cierta, dónde está Robin. ¿Qué ha sido del joven maravilla? ¡Caspita! ¿Será que las chicas, cansadas de la competencia, decidieron poner remedio? Eso eximiría a Batman de cualquier sospecha. Pero la verdad es que ni una ni otra actuaron en consecuencia. Gatúbela, harta de la insistencia incorrespondida, decidió irse a gozar con el gozón del Guasón. Y Batichica, harta de Batman y Robin, de las pretensiones viejovérdicas de Alfred, y de la pendeja ignorancia de su padre, el Comisionado, tomó el camino más leve y se convirtió en una abnegada profesora de literatura gótica, en una pequeña escuela de su ciudad. Esto las libera, loas deja fuera del juego, aunque siempre guardamos la esperanza de que reaparezcan, porque la verdad, prefiero las historias mundanas, las doblecaras, los secretos, los ocultos rincones donde se desenvuelven estas dos mujeres, llenos de mayores sorpresas, que esa enferma y alternante actitud de Batman. Ayer fue el joven maravilla, Robin el petirojo, pero quién sabe si mañana será el Pingüino, con su andarcito bamboleante de maricón inglés, o peor aún, alguno de sus superamigos, esos que integran la Liga de la Justicia, y que se creen con derecho a dictaminar toda verdad y todo juicio.
Lo cierto es que Batman tiene una historia oscura, y aún no nos dejamos de preguntar ¿qué ha sido del joven maravilla?
Hoy asistimos a la reinvención de Bruno Diaz, sin su flemático mayordomo Alfred y sin su angelical amiguito Robin. Añoramos también a la preciosa hija del Comisionado, la atlética y resuelta Batichica, y a la sinpar Gatúbela, concentrado absoluto y también inigualable de sensualidad felina. Ambas enloquecidas de pasión por el quiróptero antiparabólico de una sola uña en el dedo, o de un único dedo sin uña, sería más justo decir. Una, la Batichica -que si su boquita fuera de chocolati, yo me la pasaría bati que bati-, presa de un deslumbramiento manifestado con discreción y damanura, como corresponde a una "señorita de su casa", además hija de un Comisionado. La otra -cuyo destino pareciera ser siempre ese, el de "la otra", por su tipo, por sus mañas, por su ronroneo-, apasionada y gatuna Gatúbela, se despliega sobre las ansias por el murciélago -muérgano impasible- con sagacidad y voraz anhelo. Ambas lo quieren en la cama, desnudo de alas y de máscara, indefenso y nocturno, desbordado y loco. Pero Batman tiene un pasado oscuro.
Nadie sabe, a ciencia cierta, dónde está Robin. ¿Qué ha sido del joven maravilla? ¡Caspita! ¿Será que las chicas, cansadas de la competencia, decidieron poner remedio? Eso eximiría a Batman de cualquier sospecha. Pero la verdad es que ni una ni otra actuaron en consecuencia. Gatúbela, harta de la insistencia incorrespondida, decidió irse a gozar con el gozón del Guasón. Y Batichica, harta de Batman y Robin, de las pretensiones viejovérdicas de Alfred, y de la pendeja ignorancia de su padre, el Comisionado, tomó el camino más leve y se convirtió en una abnegada profesora de literatura gótica, en una pequeña escuela de su ciudad. Esto las libera, loas deja fuera del juego, aunque siempre guardamos la esperanza de que reaparezcan, porque la verdad, prefiero las historias mundanas, las doblecaras, los secretos, los ocultos rincones donde se desenvuelven estas dos mujeres, llenos de mayores sorpresas, que esa enferma y alternante actitud de Batman. Ayer fue el joven maravilla, Robin el petirojo, pero quién sabe si mañana será el Pingüino, con su andarcito bamboleante de maricón inglés, o peor aún, alguno de sus superamigos, esos que integran la Liga de la Justicia, y que se creen con derecho a dictaminar toda verdad y todo juicio.
Lo cierto es que Batman tiene una historia oscura, y aún no nos dejamos de preguntar ¿qué ha sido del joven maravilla?
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