Escena VI Las cosas de John Wayne
La última vez que vi a John Wayne empuñaba un Peacemaker e iba camino a casa; a su casa digo, porque la mía nunca la conoció. Creo que quedaba del otro lado del Río Grande. Una casa enorme, hecha toda en madera de roble. Wayne llevaba en la mano izquierda un texto bíblico y en la derecha el temible escupe fuego Colt 45 de 1890. Ya había pasado por Abilene para deternese en la casa de miss Hurt y confesarle que ese era el último viaje, ya no cabalgaría más por las praderas del viejo y lejano Oeste, ni se entremezclaria con la plebe en las cantinas de El Alamo. Creo que Wayne, siendo ya un hombre grande, viejo y sabio, vislumbraba la llegada de Mc Queen, un niño bonito.
Pocas cosas dejó atrás, quizás un buen caballo, el amor de miss Hurt, un comanche anegado por la nostalgia y el olvido. Sí, Wayne dejó atrás el olvido. Todo el mundo recuerda su particular modo de observar a las personas, su pesado bamboleo al caminar y su escasa, pero franca, sonrisa. También recuerdan el cáncer que lo carcomía y el modo en que lo confrontó, en cama, acompañado siempre de un vaso de wiski y cigarrillos. John Wayne fue un hombre duro, recio, más bien. Lleno de fuerza, se hizo leyenda, y fue convertido en el prototipo del hombre americano, norteamericano más bien: alto, duro, capaz de emplear la violencia y justificarla en pro de causas nobles. Así era Wayne, todo un dechado de virtudes, que escupió siempre con su Peacemaker.
Pocas cosas dejó atrás, quizás un buen caballo, el amor de miss Hurt, un comanche anegado por la nostalgia y el olvido. Sí, Wayne dejó atrás el olvido. Todo el mundo recuerda su particular modo de observar a las personas, su pesado bamboleo al caminar y su escasa, pero franca, sonrisa. También recuerdan el cáncer que lo carcomía y el modo en que lo confrontó, en cama, acompañado siempre de un vaso de wiski y cigarrillos. John Wayne fue un hombre duro, recio, más bien. Lleno de fuerza, se hizo leyenda, y fue convertido en el prototipo del hombre americano, norteamericano más bien: alto, duro, capaz de emplear la violencia y justificarla en pro de causas nobles. Así era Wayne, todo un dechado de virtudes, que escupió siempre con su Peacemaker.
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