La fotografía y el vértigo
La fotografía es un hechizo místico, un animal agazapado y tenso que se niega a morir y perder la presa. Con la fotografía como arma de doble filo no hay libertad posible, tampoco verdad absoluta. Un clic bien ejecutado puede brindar al ejecutante la felicidad y el éxito, pero también la miseria y el horror a quien se aproxima después con intención desaprensiva. Antes pensaba que la fotografía había llegado al mundo para pervertir la posibilidad de una mirada más inteligente, más intuitiva, con mucho mayor poder de creación, que creía ser el coto exclusivo de la literatura. Tonto que fui al no comprender que la fotografía es ese nivel expresivo que construye lo literario a través de la imagen.
La imagen aparentemente estática de la fotografía es en verdad el soplo de la creación, del mundo vertiginoso que nos embriaga y nos anula por nuestra escasa posibilidad de sostener su ritmo. La fotografía es ritmo y alcanza esos lados oscuros, enigmáticos, de lo imaginado. Dos niños que juegan fútbol y corren uno al lado del otro con el claro objetivo de batir la defensa contraria pueden significar en el escenario-marco de una fotografía el inicio de una batalla por la liberación del mundo, sobre todo si uno de ellos reclama al otro un pase que logre, con pericia casi mágica, colocar la situación exacta del triunfo y la gloria.
La fotografía sólo compite con ella misma. Foto y foto, foto a foto. La competencia es feroz, una corrida violenta contra si misma, como angustia y reflejo. La fotografía puede ser arte o no, es arte y no. También es revelación y premonición. Desafío y lujuria de la imagen sobre el papel, tras y por la luz que dibuja los contornos de lo que observamos tan indiferentemente cada día.
La fotografía es un campo de batalla, una conquista, una derrota, otra conquista, una arboleda de asuntos visibles y asuntos ocultos, la alegría de la revelación o el misterio del revelado. La fotografía es un instante visible y visual, pero también silencioso y oculto.
Lo que no es, lo que ciertamente no es, es el pasmo estático de la muerte, porque mientras haya quien observe y se maraville, o se confunda y reniegue, la fotografía estará viva y moviéndose dentro de todos nosotros produciendo ese vértigo extraño y ciertamente incomprensible de la imagen que nos anuncia y revela en la exacta y precaria dimensión de lo que somos, o de lo que nunca hemos querido ser.
La imagen aparentemente estática de la fotografía es en verdad el soplo de la creación, del mundo vertiginoso que nos embriaga y nos anula por nuestra escasa posibilidad de sostener su ritmo. La fotografía es ritmo y alcanza esos lados oscuros, enigmáticos, de lo imaginado. Dos niños que juegan fútbol y corren uno al lado del otro con el claro objetivo de batir la defensa contraria pueden significar en el escenario-marco de una fotografía el inicio de una batalla por la liberación del mundo, sobre todo si uno de ellos reclama al otro un pase que logre, con pericia casi mágica, colocar la situación exacta del triunfo y la gloria.
La fotografía sólo compite con ella misma. Foto y foto, foto a foto. La competencia es feroz, una corrida violenta contra si misma, como angustia y reflejo. La fotografía puede ser arte o no, es arte y no. También es revelación y premonición. Desafío y lujuria de la imagen sobre el papel, tras y por la luz que dibuja los contornos de lo que observamos tan indiferentemente cada día.
La fotografía es un campo de batalla, una conquista, una derrota, otra conquista, una arboleda de asuntos visibles y asuntos ocultos, la alegría de la revelación o el misterio del revelado. La fotografía es un instante visible y visual, pero también silencioso y oculto.
Lo que no es, lo que ciertamente no es, es el pasmo estático de la muerte, porque mientras haya quien observe y se maraville, o se confunda y reniegue, la fotografía estará viva y moviéndose dentro de todos nosotros produciendo ese vértigo extraño y ciertamente incomprensible de la imagen que nos anuncia y revela en la exacta y precaria dimensión de lo que somos, o de lo que nunca hemos querido ser.
Etiquetas: enigma, fotografía, ritmo, velocidad, vértigo
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