Se prohíbe la feúra
Atrás hemos dejado a Don Francisco y sus perros hambrientos, flacos y tristes. Hemos abandonando el matorral polvoriento del noroeste para regresar al plano central de Brasilia, donde no existen perros callejeros.
Aquí pululan los perros de raza, las academias de gimnasia y la gente bonita.
Brasilia es una ciudad libre de carteles. Apenas los básicos para orientar el tráfico se observan al borde de las calles y avenidas. Otros, como el de la prohibición de tocar bocina de siete de la noche a siete de la mañana y el de sugerencia de no tocarla a ninguna hora, pues Brasilia es una ciudad tranquila, que rechaza el ruido y el escándalo, se dejan observar a la entrada de la ciudad y en algunos accesos a las cuadras residenciales.
Algunos otros no aparecen, pues se han hecho tácitos al ambiente brasiliense, están en el aire y en la actitud de la ciudad y sus habitantes. Pasan ante nuestros ojos a cada rato, sin necesidad de vallas ni de neones saturados. Sus mensajes son simples, básicos y obvios, como casi todo en esta ciudad, como este, que nos llega colado a la actitud y al porte de cada transeúnte, de cada vehículo, de cada tienda: En Brasilia se prohíbe la feúra.
Y claro está, en una ciudad como esta, donde no hay esquinas, ni mendigos, ni perros sin certificado de pedigree, todo transeúnte, todo carro y toda tienda están siempre a la moda. Por Brasilia transitan Presidentes, Ministros, Diputados y Senadores. Famosos arquitectos, músicos y artistas. Actores, actrices, cantantes... y también militantes.
Sí, esta es una ciudad política y politizada. Todos los movimientos sociales y populares de Brasil tienen también sus representaciones en Brasilia, donde protestan, exigen sus derechos, cumplen sus deberes, y levantan banderas de conciencia social y desafío humanitario. Y entre ellos también hay personas bonitas, aunque no salgan en los diarios, ni mucho menos participen en el Brasilia Mix Fashion Week, evento de moda que se realiza en los predios del Pontão, uno de los más charmosos centros turísticos y recreativos de la ciudad, situado a la orilla del Lago Paranoá.
Brasilia tiene un lago, también artificial. Fue derivado del antiguo río Paranoá, para garantizar la humedad de esta tierra seca. Tiene 40 kilómetros cuadrados de extensión, una profundidad máxima de 48 metros y 80 kilómetros de perímetro. Se destaca por la presencia del Puente Juscelino Kubitschek –nombre dado en homenaje al Presidente que construyó Brasilia-, de mil 200 metros de largura, conecta el lujoso barrio residencial conocido como Lago Sur con la parte central de la ciudad –no con el centro de la ciudad, en el sentido en que nosotros conocemos este término, porque Brasilia no tiene centro.
Y sí, como imaginan, el buhonerismo es casi inexistente, o mejor, existe como un reducto de la normalidad urbana que se experimenta en las ciudades satélites.
Muy a pesar del fashion brasiliense, Brasilia es una ciudad politizada, donde pulula y actúa también gente normal. Pero esta gente es casi subterránea, porque escasamente se ven en las calles. La burocracia, la moda y los medios de comunicación se esfuerzan en tornarla subrepticia, en demonizarla y en delictivizarla. Simplemente porque ellos no visten de traje y corbata, no van al Fashion Mall, ni comparten el criterio de belleza que imponen los perros con pedigree.
Aquí pululan los perros de raza, las academias de gimnasia y la gente bonita.
Brasilia es una ciudad libre de carteles. Apenas los básicos para orientar el tráfico se observan al borde de las calles y avenidas. Otros, como el de la prohibición de tocar bocina de siete de la noche a siete de la mañana y el de sugerencia de no tocarla a ninguna hora, pues Brasilia es una ciudad tranquila, que rechaza el ruido y el escándalo, se dejan observar a la entrada de la ciudad y en algunos accesos a las cuadras residenciales.
Algunos otros no aparecen, pues se han hecho tácitos al ambiente brasiliense, están en el aire y en la actitud de la ciudad y sus habitantes. Pasan ante nuestros ojos a cada rato, sin necesidad de vallas ni de neones saturados. Sus mensajes son simples, básicos y obvios, como casi todo en esta ciudad, como este, que nos llega colado a la actitud y al porte de cada transeúnte, de cada vehículo, de cada tienda: En Brasilia se prohíbe la feúra.
Y claro está, en una ciudad como esta, donde no hay esquinas, ni mendigos, ni perros sin certificado de pedigree, todo transeúnte, todo carro y toda tienda están siempre a la moda. Por Brasilia transitan Presidentes, Ministros, Diputados y Senadores. Famosos arquitectos, músicos y artistas. Actores, actrices, cantantes... y también militantes.
Sí, esta es una ciudad política y politizada. Todos los movimientos sociales y populares de Brasil tienen también sus representaciones en Brasilia, donde protestan, exigen sus derechos, cumplen sus deberes, y levantan banderas de conciencia social y desafío humanitario. Y entre ellos también hay personas bonitas, aunque no salgan en los diarios, ni mucho menos participen en el Brasilia Mix Fashion Week, evento de moda que se realiza en los predios del Pontão, uno de los más charmosos centros turísticos y recreativos de la ciudad, situado a la orilla del Lago Paranoá.
Brasilia tiene un lago, también artificial. Fue derivado del antiguo río Paranoá, para garantizar la humedad de esta tierra seca. Tiene 40 kilómetros cuadrados de extensión, una profundidad máxima de 48 metros y 80 kilómetros de perímetro. Se destaca por la presencia del Puente Juscelino Kubitschek –nombre dado en homenaje al Presidente que construyó Brasilia-, de mil 200 metros de largura, conecta el lujoso barrio residencial conocido como Lago Sur con la parte central de la ciudad –no con el centro de la ciudad, en el sentido en que nosotros conocemos este término, porque Brasilia no tiene centro.
Y sí, como imaginan, el buhonerismo es casi inexistente, o mejor, existe como un reducto de la normalidad urbana que se experimenta en las ciudades satélites.
Muy a pesar del fashion brasiliense, Brasilia es una ciudad politizada, donde pulula y actúa también gente normal. Pero esta gente es casi subterránea, porque escasamente se ven en las calles. La burocracia, la moda y los medios de comunicación se esfuerzan en tornarla subrepticia, en demonizarla y en delictivizarla. Simplemente porque ellos no visten de traje y corbata, no van al Fashion Mall, ni comparten el criterio de belleza que imponen los perros con pedigree.
Etiquetas: Brasilia, Feura, Lago Paranoá, Puente JK
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