El mercado de Guará

Para llenarnos de gente real, de ruido y aromas urbanos, decidimos viajar a la periferia de la ciudad perfecta. Nos desplazamos 12 kilómetros del plano piloto hacia el noroeste de Brasilia, para entrar en una de las regiones administrativas más populares del DF: Guará.

Iniciada en 1967, tiene en la actualidad una extensión de 45,66 kilómetros cuadrados, 120 mil habitantes y el mercado más visitado de la región y sus alrededores, la Feria de Guará, inaugurado dos años después del inicio de la ciudad.

Allí es posible encontrar los más variados tipos de vestuarios y comidas. Y también el pescado más fresco, tomando en cuenta que la costa más cercana está a casi mil doscientos kilómetros de distancia.

Los jueves es el día en que llega el pescado. Viene de Santa Catarina, Río de Janeiro y Santos. También es el día en que se reabastecen las tiendas que vende quesos, traídos, en su mayoría, del vecino Estado de Minas Gerais. Pescado, quesos, harinas y vestuario son los principales atractivos de la Feria, a la que va de compras aproximadamente el 40 por ciento de la población capital.

Guará es considerada por muchos como una ciudad dormitorio y por otros como un barrio de la capital federal, puesto que la mayoría de sus habitantes trabaja o estudia en el Plano Piloto. Lo cierto es que Guará es la ciudad donde habitan los denominados servidores de los servidores.

Esa categoría es derivada de la lógica simple: si Brasilia es una ciudad de servidores públicos –por lo menos en teoría, o en lo que indica la teoría de sus funciones y responsabilidades- y la mayoría de los moradores de Guará es gente que trabaja prestándole servicio a estos servidores, entonces Guará es un territorio habitado por servidores de servidores –y esto es así en la práctica, dado que en la periferia no cabe mucho la teoría.

Allí nos detuvimos entonces un domingo, desplazándonos entre un marasmo de 30 mil personas. Marchantes y compradores, pregoneros, mercaderes, mercachifles, mirabolantes, pescados, perros flacos, frutas frescas, miradas curiosas, rechiflas y chistes, fotos y sudores. Guará y su Feria-Mercado.

Tal vez regresemos más adelante. Otro día, cuando tengamos algo de dinero para comprar un buen queso de minas –el más parecido a nuestro queso de año- y mejor disposición para comprender y compartir esa manera simple de ser, en medio de aquellas vertiginosas horas de compra y venta, donde apenas hay tiempo para fumar un cigarrillo y pensar en la vida que va quedando atrás.