El fotógrafo y el Caos
Quiero decir con esto que el fotógrafo es el CAOS que registra y por el cual, a su vez, es registrado, patentado, puesto en evidencia. Además de la cámara fotográfica que articula, están los seres, colores y momentos que pueblan el CAOS: elementos, distancia, color, palabra y luz, conforman el fin último de su persecución, de su deseo por reorganizar el mundo que se mezcla, confunde y a veces se diluye ante sus ojos y los otros, los otros mirares inocentes, desapercibidos, y responsables con su indiferencia por las formas que el CAOS adquiere.
El fotógrafo es un hechizado frente al CAOS, un irreverente y un esclavo. Cumple todos esos papeles frente a la realidad que intenta reorganizar y reinterpretar, sin inocencia. El fotógrafo interviene, porque el CAOS lo permite y juega con él, lo reinventa también al darle espacio y tiempo, oportunidad para la reinvención. Nadie puede decir que es inocente y que por eso capta bien el desorden, porque el desorden solo existe en el movimiento de las cosas que se buscan y relacionan para organizar constantemente su centro y su entorno. Hasta allí pretende llegar la lente del fotógrafo, casi siempre en solitario. Es una tarea titánica, no cabe duda. Una batalla de David contra Goliat, donde no siempre la piedra que es el clic alcanza el objetivo.
El CAOS define la ciudad y sus bordes iracundos y complejos. No todo lo que es torcido es errado, sino recuerden las piernas de Garrincha (reza un adagio brasileño), o las imágenes que capturan la subversión del entorno y del momento, infestadas de aparente arbitrariedad y desorden. Pero el desorden no es el CAOS, sino su negación. Y el fotógrafo sabe, sabe reconocerlo. ¿Es él un hacedor de imágenes? ¿Una especie de demiurgo del símbolo iconico? ¿O es un simple intérprete de la subversión qué es lo cotidiano? ¿Quién tiene la respuesta? Con seguridad no aquél que enarbola una máquina fotográfica y dispara sí aliento intentando domeñar el espacio que lo aborda y lo doblega.
El fotógrafo es el CAOS dentro de sí y sus imágenes solamente son esa pequeña referencia a la inmensidad de su desvarío. La estructura del CAOS lo construye desde su mirar libre de inocencia y lo coloca más allá de la simple teoría y del propio cosmos que una vez lo vio nacer.
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